Origen del galápago leproso

Este es Mauremys leprosa... Y tenemos algo que contaros sobre su origen y, de paso, algunas curiosidades interesantes del conocido como galápago leproso.

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Eric Moreno

4/7/20253 min read

Galápago leproso. Origen y datos
Galápago leproso. Origen y datos

Posiblemente la mayoría de vosotros, queridos lectores nuestros, no habréis tenido la suerte de ver a este interesante y pequeño animal, de no más de 20 centímetros, por lo escurridizo que es y lo increíblemente atento que está a que algún depredador se le acerque (o, lo que es peor, algún humano), mientras disfrutan de una buena dosis de sol. Pero no es de extrañar, pues este reptil de agua dulce lleva en la Península Ibérica más tiempo de lo que llevamos nosotros como especie. Es triste que tenga que aguantar que vayan tras ellos para convertirlos en una “exótica” mascota destinada a una muerte prematura dentro del terrario de un inconsciente. O a verse forzado a luchar por mantener su nicho ecológico contra especies tropicales invasoras como la tortuga de Florida. Parece que no se lo ponen fácil.

Seguramente os habrá llamado la atención, tanto como a nosotros, el nombre de su especie “leprosa”. En realidad, se debe a que, cuando se ponen a tomar el sol, toda la porquería acumulada sobre sus caparazones empieza a secarse y descascarillarse, dejando caer trozos como si se estuviera despellejando viva por la lepra. Nada más lejos de la realidad porque están sanísimos, pero sirvió para ponerle un nombre de especie bastante llamativo.

Dado su gusto por broncearse, el galápago leproso suele ser bastante raro de encontrar, o directamente imposible, en gran parte del norte peninsular por falta de humedad y calor. Y es que le gusta el calor. Su distribución actual abarca el resto de la Península Ibérica, también está en Marruecos, al norte de Níger, al oeste de Libia, en Túnez y al sur de Argelia, incluso con presencia en una pequeña porción del suroeste de Francia y las Islas Baleares. Durante la Edad de Hielo, no se encontraron registros paleontológicos. Es al llegar a periodos más cálidos durante el Holoceno, donde hay restos muy bien conservados de este galápago, que fue usado como una fuente de alimento más, como platos usando sus caparazones o como elementos de rituales de enterramiento. Lo dicho, nunca se lo ponen fácil…

Y entonces, ¿cómo llegó a ser autóctona ibérica? Pues volvemos a encontrarnos, como sucedió con el conejo ibérico de artículos anteriores, con subespecies. Mediante el correspondiente estudio del ADN mitocondrial, se establecen dos subespecies de Mauremys leprosa. Por una parte, M. leprosa leprosa, ocupando la Península Ibérica y el norte de Marruecos. Y por otra, M. leprosa saharica, ocupando el resto del territorio africano. ¿Y Francia y las Islas Baleares? En las islas fue introducido por acción humana y en Francia, al ser escasos, no se tiene una certeza clara de su origen. Del mismo modo, tampoco hay un registro claro durante la Edad de Hielo de la especie anterior de este galápago. Se cree que durante los periodos más fríos, como hicieron muchos otros animales, se refugiaron en el sur peninsular, por eso actualmente es la zona ibérica con mayor presencia de este animal. Y quizá, en ese momento, dado que el paso por Gibraltar sería algo más fácil, la especie cruzó al norte de África.

No obstante, la presencia de Mauremys leprosa en la Península Ibérica se remonta bastante atrás en el tiempo, pues en el yacimiento del Plioceno catalán, Camp dels Ninots, que está clasificado como Konservat Lagerstätte por la excelente conservación de su registro paleontológico de 3 millones de años de antigüedad, se halló uno de los registros más antiguos de esta en Europa. El linaje filogenético del género Mauremys que originaría a M. leprosa se ha registrado en Europa desde el Oligoceno.

Rematamos el artículo con una pequeña advertencia, pues si tratas de arrancar de su hábitat a uno de estos galápagos, acabarás con las manos impregnadas de una sustancia maloliente y pegajosa. Porque, aunque parezca a simple vista que son unos animales pasivos que se hacen los enfermos para evitar que los depredadores (incluidos nosotros), se les acerquen, en sus charcas, ellas son las depredadoras. Lo devoran todo: insectos, ya sean larvas o adultos, pequeños peces, anfibios y hasta carroña si un animal mayor cae en sus dominios. Siempre acompañado de vegetación acuática como guarnición.