El origen del conejo ibérico

Este es Oryctolagus cuniculus... Y tenemos algo que contaros sobre su origen y, de paso, algunas curiosidades interesantes del conocido como conejo ibérico.

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Eric Moreno

3/6/20253 min read

Conejos ibéricos. Origen del conejo común
Conejos ibéricos. Origen del conejo común

Empezaremos por desmontar el mito de que, aunque en la culturilla popular y en las visitas de cuñaos de las cenas de Navidad, siempre se mete a los conejos en el mismo saco que a los roedores (hasta el punto de que algunos extranjeros consideran que nuestra gastronomía con el conejo es equivalente a alimentarse de ratas), los conejos no son ratas. Para nada. Esta leyenda urbana tiene su lógica porque antes “los conejos” estaban dentro de Rodentia. En 1912, el zoólogo y paleontólogo estadounidense James W. Gidley hizo público a la comunidad científica la oficial separación de los conejos del Orden de los Rodentia, y se les creó un orden propio llamado Lagomorpha. O sea, que desde 1912 ya no comemos ratas en España.

Pero antes de seguir, debemos confesar que hemos contado una pequeña mentirijilla… En realidad, el conejo que habita en la Península Ibérica en la actualidad, no es del todo Oryctolagus cuniculus, sino más bien subespecies de este, porque la cosa se desmadró un poco con el conejo en la península…

Todo empezó con un conejo antepasado de Oryctolagus cuniculus. Muy posiblemente también era del mismo género Oryctolagus, pero de otra especie anterior. Estos habitaban el centro y el sur de Europa hace más de 2 millones de años cuando vieron su paz interrumpida por la llegada de la Edad de Hielo, que los forzó a buscar un hábitat menos extremo como refugio. Por aquel entonces, el paso por los Pirineos no era tan dificultoso para estos animales y pudieron llegar a la Península Ibérica. Sin embargo, con el tiempo y el clima cada vez más extremo, el paso “de salida” de la península se hizo impracticable, así que se vieron aislados en estos nuevos territorios. Pero no estaba todo perdido, y como ya lo dice el dicho popular sobre los conejos, otra cosa no se les dará bien, pero reproducirse… Eso lo hacen de maravilla. Así pues, ese antepasado dio forma al que se conocería como Oryctolagus cuniculus, el, ahora sí, conejo ibérico. Aunque, desgraciadamente, su especie antepasada se extinguiría de estas tierras hace entre 35-30 mil años.

De todas formas, la cosa no quedó ahí. Alrededor de los 1,8 millones de años, Oryctolagus cuniculus estaba tan bien adaptado que se dividió en una subespecie llamada Oryctolagus cuniculus huxleyi (O. c. algirus, según la bibliografía) que sería el conocido en un futuro como “conejo ibérico salvaje o silvestre”. Pues bien, luego surgió otra subespecie más mediante especiación parapátrica, es decir, que las poblaciones de conejos, por muy extensas que fueran, solamente se reproducían con las locales (no tenían otra cosa que hacer) y eso dio pie a que se originara la O. c. cuniculus. Un proceso que, según los restos paleontológicos más antiguos, parece ser que se originó en el sur de la península. La distribución de la subespecie más antigua se limitaba a la región sudoeste peninsular y la segunda por el noreste.

La subespecie O. c. cuniculus, durante el periodo interglaciar Riss-Würm, al ser la más próxima a los Pirineos, vio como con el aumento de las temperaturas la cordillera ya no era tan imposible de cruzar o rodear e iniciaron la conquista del sur de Francia. Y aunque no llegaron mucho más lejos, pese a que una expansión de 300 kilómetros más allá de los Pirineos no está mal, solo fue su primer paso en la conquista mundial. Entonces, llegó posiblemente el mayor liante del mundo animal: nosotros, y nos dedicamos a repartir y a reproducir hasta la saciedad a O. c. cuniculus por todas partes creando, así, al conejo doméstico actual.

Si seguimos el registro de ADN mitocondrial de todos ellos, nos encontraremos con la sorpresa de que todos y cada uno de los conejos domésticos del mundo comparten, al igual que los conejos silvestres, un antepasado común: el conejo ibérico.