¿Dinosaurios en la Cartuja de Sevilla? Una insólita conexión entre el Renacimiento y el Paleoarte
En el corazón de uno de los monumentos más emblemáticos de Sevilla, donde la historia de España y el Nuevo Mundo se entrelazan con el arte renacentista, una observación reciente ha desatado una intrigante pregunta: ¿es posible que, entre los ángeles, grifos y figuras clásicas, se esconda una representación que evoca a los dinosaurios emplumados?
ARTÍCULOS DIVULGACIÓN
Pedro Salas
6/24/20255 min read


Sevilla, España – Monasterio de la Cartuja. En el corazón de uno de los monumentos más emblemáticos de Sevilla, donde la historia de España y el Nuevo Mundo se entrelazan con el arte renacentista, una observación reciente ha desatado una intrigante pregunta: ¿es posible que, entre los ángeles, grifos y figuras clásicas, se esconda una representación que evoca a los dinosaurios emplumados?
Los magníficos sepulcros parietales de la familia Enríquez de Ribera, obras maestras en mármol de Carrara atribuidas a la escuela genovesa de Pace Gazzini y Antonio María Aprile da Carona, son un testimonio de la maestría escultórica del siglo XVI. Hasta ahora, el foco de la admiración se ha puesto en la delicadeza de sus tallas, la iconografía religiosa y la integración de elementos clásicos y animales realistas. Sin embargo, una mirada más cercana a ciertos detalles decorativos podría estar revelando un misterio inesperado.
La curiosa morfología de "dragones" renacentistas
Además de las aves finamente representadas con una precisión casi taxonómica y las cabezas de carnero, el mausoleo exhibe las esperadas criaturas mitológicas: dragones, monstruos marinos y otros seres fantásticos que poblaban la imaginación medieval y renacentista. Pero aquí es donde la observación se vuelve peculiar.
Se han identificado un par de cabezas que, a primera vista, podrían confundirse con las representaciones convencionales de dragones. Sin embargo, su perfil y textura desafían la típica exageración fantástica. Lejos de la ferocidad caricaturesca o la piel escamosa y nudosa que a menudo se asocia con estas bestias míticas, estas tallas presentan una apariencia sorprendentemente naturalizada.
La descripción de estas cabezas apunta a una morfología que recuerda asombrosamente a las reconstrucciones actuales de dromeosáuridos y troodóntidos, los dinosaurios carnívoros emplumados que el paleoarte contemporáneo, basado en la evidencia paleontológica, nos ha enseñado a reconocer. Se describe una serenidad y pulcritud en las "plumas" cortas y bien organizadas en el rostro, contrastando con plumas ligeramente más alargadas y despeinadas en la nuca, una disposición muy similar a la de las aves rapaces modernas. Llama poderosamente la atención que el artista, para representar un ser mitológico, pareciera haber tomado como modelo la anatomía de las aves y no la de los reptiles, a pesar de que ambos grupos eran bien conocidos en la época.
Un examen forense a las esculturas: rasgos paleoartísticos inesperados
La profundidad de esta similitud se hace aún más evidente al analizar los detalles anatómicos de estas pequeñas cabezas de apenas 10 centímetros:
Ojos: ventanas a un cazador crepuscular. Los ojos tallados presentan un aspecto sumamente creíble y una posición frontal, rasgo característico de un animal cazador con visión estereoscópica. Su tamaño, algo más grande de lo esperado, sugiere una adaptación a condiciones de baja luz, reminiscentes de las actuales estrígidas (búhos y lechuzas). Sorprendentemente, esta característica coincide con las hipótesis de algunas especies de "raptores" del Mesozoico, como Troodon, que se cree que poseían ojos relativamente grandes, lo que les permitiría ser eficientes depredadores crepusculares o nocturnos.
Narinas: sutileza anatómica en el lugar correcto. Lejos de las amplias y extravagantes fosas nasales draconianas, estas esculturas muestran sutiles hendiduras para las narinas, ubicadas correctamente cerca de la boca. Esta posición es una deducción clave en paleontología basada en anatomía comparada con especies existentes: los animales terrestres necesitan oler lo que se llevan a la boca y no requieren tener las narinas en la parte superior de la cabeza para evitar el agua, como en hipopótamos o cocodrilos. Es un detalle de realismo biológico que rara vez se encontraría en una criatura puramente fantástica.
Oídos: ausencia que confirma la regla. La ausencia de pabellones auditivos visibles es otro rasgo sorprendentemente realista. Por lo general, las aves, y por deducción sus antecesores emplumados, tienen los oídos cubiertos por el plumaje. Esta es una diferencia notable respecto a otras representaciones mitológicas en la misma obra y del mismo autor, donde es común ver orejas rocambolescas y exageradas, confirmando que esta elección no fue una limitación técnica, sino una decisión deliberada del artista.
Dientes: El debate paleontológico adelantado. Este es quizás uno de los detalles más impactantes. Los dientes apenas asoman, sutilmente cubiertos por lo que parecería tejido extraoral o "labios". Hay que inclinar la cabeza y mirar con atención para descubrir que los dientes son más grandes de lo que aparentan desde el exterior. Esta representación anticipa un debate crucial en el ámbito paleontológico de los últimos años: ¿tenían los dinosaurios los dientes expuestos como los cocodrilos o cubiertos por tejido oral como los lagartos varanos (ej. el dragón de Komodo)? Pace Gazzini, o su círculo, ¡parece haber dado nuevamente en el clavo! Además, los dientes son extrañamente escasos, un detalle que resuena con la experiencia común de los paleontólogos al hallar un cráneo fósil incompleto.
Mandíbula inferior ausente: ¿un cráneo fósil como modelo? El detalle más llamativo es que el artista solo representó la parte superior del cráneo en ambas figuras, sin rastro de la mandíbula inferior. La hipótesis de una obra inacabada es insostenible: nada en todo el mausoleo o la capilla quedó a medias, y sería ilógico dejar sin terminar solo estas dos pequeñas cabezas de 10 cm. La única explicación plausible es que estamos ante una forma de protopaleoarte renacentista: una reconstrucción en vida de lo que sería un cráneo de dromeosáurido o troodóntido, basándose en restos fósiles hallados. Como los paleontólogos bien saben, es común no encontrar todos los dientes, ni la mandíbula inferior (formada por el dentario, angular y surangular), ni, por supuesto, el resto del animal.
Un eco olvidado de la prehistoria
Esta serie de coincidencias anatómicas, desde los ojos de cazador nocturno hasta la ausencia de mandíbula inferior, pasando por las narinas realistas y los "labios" que cubren los dientes, plantea una hipótesis audaz. ¿Podría ser que Pace Gazzini, en su búsqueda de la naturalidad y la maestría anatómica, se encontró con restos fósiles –quizás un cráneo parcial de un terópodo– y, sin comprender su verdadera naturaleza, los interpretó como la base para sus criaturas fantásticas?
Si es así, el Monasterio de la Cartuja no solo albergaría la tumba de exploradores del Nuevo Mundo, sino también un fascinante y olvidado capítulo del paleoarte, un testimonio de cómo la curiosidad humana por las formas extrañas de la naturaleza pudo, inadvertidamente, adelantar representaciones científicas que el siglo XXI desvelaría. La investigación sobre estas enigmáticas tallas no ha hecho más que comenzar.