Desextinción, un tema que no se extingue

“¿Y si pudiéramos traer de vuelta al dodo para enseñarle a volar de una vez por todas?”

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Gloria Bernet

4/23/20255 min read

Desextinción lobo Colossal
Desextinción lobo Colossal

La desextinción es uno de esos temas que nunca se extingue: desde que tengo uso de razón se habla de traer de vuelta al mamut, al dodo y quién sabe qué más.Últimamente, por gracia (o desgracia) de la Empresa Colossal, la desextinción ha vuelto a las noticias. ¿En serio han revivido a un Aenocyon? Seguro que ya sabéis que NO (así, con mayúsculas). Dejando de lado el sonado caso del “lobo huargo” (ejem), veamos en qué consiste esto de la “resurrección biológica”, qué éxitos (a medias) lleva a sus espaldas, y si no sería mejor dejar muertos a los bichos muertos.

¿Qué puñetas es la desextinción?

La desextinción consiste en usar ADN (o ingeniería genética afín) para revivir especies extintas. Existen diferentes técnicas para ello, que van desde la clonación (transferencia de núcleos) hasta el uso de CRISPR para “editar” genomas de parientes actuales e imbuirles rasgos de sus antepasados desaparecidos. ¿El objetivo?: restaurar ecosistemas, estudiar biología evolutiva… o llenar zoológicos de novedades (John Hammond style). Vamos a ponernos pedantes y a analizar estas técnicas de manera somera:

  1. Transferencia de núcleo celular (SCNT): Se toma el núcleo de una célula (con ADN completo) de la especie extinguida y se introduce en un óvulo cuyo propio núcleo ha sido eliminado. Se supone que ese ADN se ha obtenido de tejidos preservados de la especie extinguida, lo cual hace bastante imposible pensar en especies muy lejanas en el tiempo. Ese óvulo “reprogramado” se implanta en una madre sustituta (una hembra de una especie emparentada) que lleva la gestación a término.
    A modo de ejemplo, el proyecto de resurrección del bucardo, la cabra montesa pirenaica, usó esta técnica, pero la cría clonada murió tras unos minutos por complicaciones respiratorias y diferencias embrionarias.

  2. Edición génica con CRISPR/Cas9: En lugar de clonar a la perfección, se modifica el genoma de un pariente vivo. Por ejemplo, se tomaría en ADN del elefante asiático para introducir secuencias heredadas del mamut lanudo. Así, al editar genes de adaptación al frío (grasa subcutánea, pelaje más denso, enzimas especiales), se crea un “híbrido” que lleva rasgos del ancestro. ¿El problema? Se necesitan decenas de genes coordinados, y aún no se ha gestado ningún embrión que culmine en un animal vivo.

  3. Back‑breeding o regresión selectiva: Se cruzan individuos de razas o subespecies actuales que aún conservan algunas características de la extinta, y por selección genética tradicional, se acentúan los rasgos deseados. Evidentemente, no es rápido ni es fácil prever los resultados. No recupera el ADN original, pero produce organismos “morfométricamente” similares. Su “ventaja” radicaría en no depender de óvulos ni de madres sustitutas, sino de programas de cría en cautividad (por eso he puesto ventaja entre comillas).Si los europeos tenemos un 3% de ADN neandertal, ¿podríamos empezar un programa de cruces dirigidos para traerlos de vuelta? Ahí dejo la propuesta porque me gusta ver el mundo arder.

Entonces, ¿es viable la desextinción real? Ahora mismo, no. Debemos tener claro que, hoy por hoy, la desextinción es un campo experimental. Por un lado, los genomas son incompletos, y el ADN recuperado está degradado y contaminado. Y, por otro, no debemos olvidar que usar ADN, óvulos o madres de otras especies, por muy emparentadas que estén, provoca rechazos inmunológicos y malformaciones (por algo son especies diferentes, chavales).

¿Tiene algo bueno la desextinción?

Desde mi punto de vista, solo uno: la desextinción atrae atención mediática y puede impulsar la protección de especies amenazadas actuales.

Otras posibles ventajas son mucho más cuestionables.
Supuestamente, reintroducir especies podría rescatar cadenas tróficas devastadas. Un herbívoro extinto podría ayudar a regenerar ecosistemas (por ejemplo, arar el suelo, dispersar semillas), pero, en realidad, no es nada que no pueda hacer un animal actual.

También se supone que tiene un valor científico, porque estudiar una “especie resucitada” brinda datos directos sobre su biología y evolución. Pero, claro, que hemos visto antes que los animales que nacieran no serían exactamente igual a los extintos, así que…

Todo lo que tiene de malo

Por encima de todo, la ética. Invertir decenas de millones en un mamut mientras tigres o rinocerontes se extinguen debido a la caza y pérdida de hábitat resulta muy, muy discutible. Además, crea un peligroso efecto “parche”: “Si muere el lince ibérico, lo clonamos”. Creer que un programa de clonación es la panacea para la pérdida de la biodiversidad, desvía recursos de medidas de conservación in situ (protección de hábitats, lucha contra la sobreexplotación, etc.).

Por supuesto, estos experimentos no son nada baratos. ¿De dónde sale todo ese dinero? ¿Piensan recuperarlo de alguna forma? Soy de las que opinan que sí, y que las técnicas de ingeniería genética que están practicando, a la larga, se aplicará de alguna manera poca ética y muy cara en humanos.

Por último, dentro de todos los contras de la desextinción, podría mencionar el impacto y el desequilibrio que puede crear la introducción de un animal cualquiera, extinto o no, en un ecosistema. Pero, no, no hablaré de esto porque lo más probable es que los animales “resucitados” jamás vivieran libres.

¿Qué vida llevarían estas “nuevas” especies?

Primero de todo, aunque logremos un ejemplar vivo, ese animal necesita un entorno que cubra su ecología original. Podríamos decir que después del desafío genético vendría el desafío del hábitat, porque los ecosistemas actuales están transformados. Los bosques, estepas o glaciares que desaparecieron junto con la especie, han sido sustituidos por cultivos o infraestructuras, o alterados por los cambios climáticos. Sin un hábitat adecuado, estos animales terminarían en reservas cerradas o santuarios, viviendo en un entorno controlado. Llamadme tiquismiquis, pero convertirse en piezas de un “zoológico de lujo” no es un auténtico retorno a la naturaleza.

Tampoco podríamos observarlos con fines científicos, puesto que la desextinción afectaría al comportamiento y la socialización. Muchas especies dependen de estructuras sociales complejas, así que un pequeño grupo de ejemplares clonados o híbridos no tendría la densidad poblacional necesaria para comportamientos normales de apareamiento, migración o cría. También podrían verse afectados por virus y bacterias que no existieran en su época y nada nos garantiza que sus sistemas inmunes vayan a poder superar esas enfermedades. O, lo que sería aún más divertido, que no acabaran siendo, al pasar por ellos, unas nuevas enfermedades que se transmitieran al Homo sapiens. Justicia poética sería que acabara con nosotros la “gripe del mamut”...

Resumiendo, que para tener TikTok lleno de vídeos de mamutitos en sus reservas… La desextinción no es un “Ctrl+Z” de la vida en la Tierra. Más bien es un experimento de altísimo coste tanto económico como ecológico y ético. Apostemos por proteger lo que aún respira, por favor. En la paleontología, y en la vida, el mejor homenaje al pasado es proteger el futuro.